Belia y Constantine

-Yo nunca he dicho eso.-Le dijo mirandolo y colocandose el sombrero ella misma.-Conmigo cazador, no es necesario la ropa.-Sonrió de lado.-Pero no me gusta verte usar solo...-hiso una mueca de desagrado.-sombreros y gabardinas.

-....-Le sonrió coqueto. Si, estaba encantado con ello, a ella también la prefería sin ropa.- De no vestirlos, llamaría demasiado la atención ¿No lo crees.- Dijo jugando, aunque Constantine era un hombre verdaderamente guapo. Quizá si cambiara un poco su cabello largo y alborotado llamaría mucho más la atención, aun con ese parche. Pero no importaba.

Sus ojos se afilaron-Me gusta llamar la atención Constantin...-Sonrió de lado.-Me gusta saber que lo mejor siempre lo tengo yo.-Se encogió de hombros.-Eres mio y yo te pertenzco.-Sus ojos violetas se afilaron más, estirando su mano para acariciar los labios de él.-Estas bajo mi hechizo Constantin y jamás te permitiré salir de él.

-A mi no, Belia.- Le aclaro. No le gustaba, era odioso, era.. no, no era lo suyo. Constantine era más bien un tanto introvertido. Pero no por eso la detuvo. Le sonrió y le tomo la mano. Le beso los nudillos.- Y me encanta estar bajo los hechizos de la bruja más hermosa...- Y le beso de nuevo el dorso de la mano y justo en ese momento una bonitas, acompañado de otro apuesto mesero llevaban los platillos para la interesante y apuesta pareja.

Belia sonrió complacida, para despues mirar de reojo a las personas que se acercaban. Sus ojos se abrieron un poco más de lo normal.-Son..-Miró a Constantin y su corazón sin poder evitarlo, se aceleró. Sintió unas terribles ganas de besarlo y también unos inmensos deseos de llorar. ¿Porque? ¿Porque él hacía siempre ese tipo de cosas? Adelantarse y actuar a lo que ella pensaba, cumplir sus deseos a pesar de todo lo que ella se refugiaba, porque no era una bruja buena...

Constantine sonrió encantado de esa reacción. Joder, Belia era una cajita de sorpresas y le encantaba descubrirlas. Asintió con la cabeza.- Se me ha antojo todo en realidad y pensé que podríamos compartirlo ¿Qué piensas, mi amor?- seguía haciéndolo por su bonita bruja, tan sensual y seria, tan emocional y sensible por su pequeña.

-Creo que exageras demaciado cazador.-Dijo desviando su mirada a los pasteles, con las mejillas rojas que la hacian ver, más jovial, más ángelical. Porque eso era algo que nadie podía negar, a pesar de ser una bruja de magia negra, Belia era hermosa, con el cabello blanco, los ojos violetas y una figura envidiable, parecía una reina de paz, serena y elegante, incluso tierna.

Una risa varonil Salió de la garganta del Moncrietf y la miro enamorado.- pero me amas ¿verdad?- y le guiño su único ojo mientras tomaba su café bien cargado. La verdad es que no gozaba mucho de lo dulce pero probaría un poco... O quizá no, todo dependía de lo que pasara.

-¿Lo dudas?-Dijo mirandolo fijamente mientras su mano tomaba el tenedor y lo metía en aquel pedazo de pastel de canela. Lo comió y comerlo fue... la gloria. Sus pupilas se dilataron un poco y ella saboreo el dulce sabor, era delicioso... exquisito, le encantaba.

-En lo absoluto, mi amor.- Dijo todo meloso y la observo comer. Ella disfruto ese pequeño bocado.Seguro iba a disfrutar el resto de la comida y él disfrutaría observarla tan feliz y tan delicada.- ¿Y, qué tal?

-Delicioso.-Dijo levantando la mirada para luego fruncir el ceño, esa palabra no pensaba decirla pero le había salido muy natural. Demasiado.-Es... ¿porque no lo pruebas tu mismo cazador?-Sus ojos se fijaron en el té y lo bebio poco a poco, ¿que se creía Constantin Moncrieft?

Como deseo tener una cámara en ese momento para haber capturado la imagen de su dulce bruja. Si, así de simple pero en realidad no sabía manejar del todo esa tecnología. Negó con la cabeza.- Disfruto verte.- Dijo y bebió un poco más de su café.

Dio otro bocado al pastel y luego otro más hasta que lo terminó y fue a por el del queso. Lo probó... lo miró nuevamente y cogió un pedazo del de vainilla-¿No has comido nada Constantin?-Belia estaba realmente encantada con toda la comida, era delicioso... menos el pastel de queso, no le había gustado del todo.

-Se me ha ido el apetito. Estoy bien con mi café. Adelante, no te detengas por mi, por favor- Y no aparto sus ojos de ella. Noto que dejo enteramente el chessecake(?), tomaría nota de lo que miraba.- Te vez preciosa disfrutando de tus postres.

-No debería sorprenderte.-Le dijo levantando la mirada, sosteniendo el tenedor que tenía un trozo de pastel de vainilla con limón. Sonrió un poco.-¿Que sucede?-¿Porque la miraba tanto? Estaba a punto de decir algo cuando sintió un escalofrió miró a Constantin y luego escuchó un ruido, gritos.-Constantin...-Abrazó su vientre, el vaticano estaba allí.

Y el hombre ya iba donde su mujer a protegerla. A su lado, sus mujeres. Frunció el ceño y tomo su escopeta en mano. Siempre le acompañaba. Maldición, eso no sería nada bueno.- Vamos, no perdamos tiempo.- Tomo la mano de Belia y la miro a los ojos. Joder, no iba a perderles en ese momento ni en ningún otro.

Belia estaba vulnerable en ese instante, embarazada y sin magia negra dependía casi completamente de Constantin.-¿Porque estan aquí?-Frunció su ceño y tomó su mano, apretandola fuertemente, abrazando su vientre, mirando al frente. Necesitaba un medio de transporte, uno rápido ¿un auto? ¿Desde cuando las brujas usaban un auto? Desde el momento en que no podían volar y necesitaban un medio seguro cuando estaban embarazadas.-A tu derecha!-Gritó ella, alzando una barrera de poder mientras los clientes salian llenos de pánico, corriendo de aquí para allá. Belia quería correr pero no podía, lo más que podían hacer era salir rápido mientras dependía de su cazador. Estaba segura, lo sabía porque él no dejaría que nada les pasaría, lo sabía pero aun así Belia Rhamel experimento por primera vez en mucho tiempo... el miedo.

Y entonces abrazó a Belia para protegerla con su cuerpo. Joder, ella tenía que estar en casa, ella debía estar en el lugar más seguro, donde las barreras de la bruja y las que él mismo había puesto, mantendrían a salvo a sus dos mujeres.- Belia, mírame. Iras a casa y no saldrás de ella. Por favor, yo me encargare de todo... ¿si?- Le decía mientras intentaba tranquilizarla. Era casi imposible, sentía, miraba el miedo en su mujer. Le sonrió un poco y la tomo en sus brazos. Si, él la podía porque pese a su embarazo, era fácil tenerla siempre en sus brazos. Se apresuro protegiéndolas, dejando que le hirieran un poco, nada grave hasta que llego donde un auto, un taxi en realidad. Alguien que por casualidad conocía al tuerto.
-Constantine ¿Qué esta sucediendo?
-Ahora no, Robi. Lleva a mi mujer a la casa en el busque. Asegúrate que nada le pase.
-Pero Constantine..
-¡Robi!
Y el hombre asintió con la cabeza mientras Cons ya subía a Belia en al parte trasera.- Regresare a casa enseguida...- Le sonrió con calma y se inclino para besarle. Sabía porque estaban ahí y no era sólo por todos aquellos seres magicos, al parecer adelantaban las operaciones. Cerro la puerta del auto y al hacerlo cerro su ojo y rogó no sólo a angele sy demonios, rogó al mismo Dios y al mismo Satán por su mujer y su hija, porque Cons estaba en la tierra por ambos seres. Luz y oscuridad.

Belia frunció el ceño cuando él le decía todo eso, no quería dejarlo, no quería que la dejara... ¿quien se creía? -Constantin, No... -Frunció el ceño y ella le mordió cuando terminó de besarla.-¡Cazador!-Intentó salir pero no podía, el taxi ya avanzaba.-Eso jamás te lo perdonaré.-Dijo mientras sus manos tocaban su vientre, intentando darle paz, sus ojos se aguaron, ¿que? ¡Que! Belia Rhamel no lloraba, pero joder... el embarazo la ponía tan sensible.-Maldito cazador...-Susurró aferrandose al asiento, intentando recargarse y susurrando unas palabra en magia blanca que borrarían sus pasos, para no dejar que seres magicos siguieran sus huellas y la encontraran.

Se quejo cuando ella le mordió. Miro el auto alejarse mientras que con la llema de sus dedos tocaba su labio. Ella le había hecho daño pero no le importaba. Se giro y camino en dirección al interior de aquel puesto de postres. Ahí estaban todos o al menos alguno de aquellos poderosos guerreros del Vaticano. Constantine ahora no iba a pasarla del todo bien.

-(-)-

Eran mejor conocidos como sexto (Bartolomé), séptimo (Tomás) y décimo (Tadeo). Eran parte de los 12 apóstoles del Vaticano. Miraban todo a su alrededor, tomando como reenes a cuanto ser mágico se encontraba a su alrededor. Hadas, elfos, lobos, vampiros, etc. Todos aquellos que intentaban ser parte de un mundo al que no pertenecían. Seres inmundos intentando engañar y burlarse de la gloría de Dios padre.
-Vaya, vaya, vaya. Pero que tenemos aquí.- Dijo Sexto, un chico de ojos azules y piel blanquecina, de un cabello rubio cobrizo. Una sonrisa poco amigable y una mirada acusadora.
Séptimo asintió, era una chica hermosa, de un cabello rubio, tan dorado como el sol, de ojos esmeralda con los que juzgaba a todo aquel que se atrevía.
-Bartolomé, Tomás guarden silencio. Moncrieft.- Dijo mientras que se acercaba al peliazul. Tadeo, un hombre mayor, de cabello grisaseo y una altura de apenas 1.75 m.- Ya han pasado varias semanas después de la carta que nuestro señor te ha enviado ¿Es qué pretendes ignorar las ordenes de nuestro maestro?
Y la mirada del Moncrieft lo dijo todo. Ellos no tenían porque estar en aquella ciudad.

Belia había llegado al bosque. El taxista iba en silencio, lo mejor era eso.-¿Como conoces a Constantin?-Preguntó de pronto, aun mirando por la ventana, ¿ese hombre era de confianza? Ese cretino, como se le había ocurrido dejarla sola, dejarla a merced de.... de un don nadie. Se abrazó a sí misma, quería Constantin con ella... ya ¡ya!

-Mi respuesta no es con ninguno de ustedes. Hablare con Pedro cuando tenga que hablar con él, ahora váyanse.- Dijo, deseaba poder ayudar aquellos seres que sufrirían un terrible fin pero no podía hacer nada por ellos, no por el momento.

Tomás soltó una risa pero fue Tadeo quien le hizo callar una vez más. Pretendió acercarse aun más al cazador pero se detuvo justo cuando el arma del Moncrieft amenazaba a las fuerzas el Vaticano.
-He dicho que no deberían estar en mi ciudad y la de Pedro. Ahora aléjense o no responderé a su insolencia.
Los tres apóstoles se quedaron serios y sonrieron con cierta malicia. Se miraron el uno al otro y asintieron con la cabeza.
-Por ordenes de nuestro líder, Constantine Moncrieft tu tienes que venir con nostros. Queremos hacerlo por las buenas, no pretendemos tocar el "comodin" de Pedro.
Se burlaron, porque no pretendían ser amables con él.

-(-)-

-¿Eh?- Dijo Robi mientras miraba por el retrovisor. Le sonrió a la albina y luego miro adelante.- Le conocí como el otro en realidad. Un hombre agresivo y muy rudo. Acosador e intimidante.- Rió al recordar a ese Cons tan atrevido.- Fue difícil intentar apartarlo, pero la presencia de mi hermana hizo de alguna manera fácil el conocer al verdadero. Así que le conocí después de ayudarle a curar algunas heridas.- obi fue sincero pues si, así conoció a Cons, el buen Cons.

-¿Que hizo tu hermana? -preguntó y luego, miró hacia la dirección donde había dejado a Constantin...algo no andaba bien... eso no le agradaba. ¿Y si le pasaba algo?-¿Cual es tu nombre?-Le preguntó de nuevo la albina, mirandolo intensamente.

-eh?... bueno, no es algo que pueda decir.-Dijo con una risilla que podría decir más de mil palabras.- Robinson Alboran(?)... Es un placer ¿Usted es la señora Belia, verdad? Constantine me hablo un par de veces de usted, pero fue hace mucho tiempo... YA casi llegamos a su casa, señora. Estarán bien, yo me encargare de eso también.- Si, porque Sabía en que trabajaba Constantine y porque Robi no era un humano común, oh no.

Sus ojos se afilaron.-Que no te engañe mi estado actual.-Dijo sin más, mirandolo aun por el retrovisor.-Que no pueda con toda una legión del vaticano, no significa que no tenga la capacidad de defenderme.-Los ojos de la Rhamel se enfriaron, odiaba a los petulantes, odiaba que Constantin la hubiese dejado sola. Sin embargo en ese momento no sabía que le dolía más, si que la hubiese dejado sola o... que Paco se hubiese follado a una zorra.